“Aquí no vale plata, ni poder, ni que sea alto ni blanco. Esta es
la verdad de la vida, el único que va a arreglar esto es Dios”
Jorge Oñate
UN HOMENAJE APLAZADO
Como diría el gran pensador español Fernando Savater, durante 40 días y 40 noches, internado en una Unidad de cuidados intensivos (UCI), el célebre cantante del Vallenato Jorge Antonio Oñate González, se debatió entre la vida y la muerte, tratando de “ensanchar la finitud angosta de la vida, para reducir cuanto pudo la anchura agobiante de la muerte”.
Y, al final, esta terminó ganándole la partida, mientras él se aferraba con todas sus fuerzas a la vida, consciente como era de que, como él mismo dijo, “para morir sólo se necesita tener vida” y así fue.
El nuevo coronavirus SARS-CoV-2, portador de la pandemia del COVID-19, le jugó una mala pasada al Jilguero de América para unos, Ruiseñor del Cesar para otros y yo no dudo en calificarlo como El tenor del vallenato. Primero, malogró el merecido homenaje que se le tributaría en la 53ª versión del Festival de la Leyenda Vallenata que tendría lugar entre el 29 de abril y el 2 de mayo de 2020, la cual tuvo lugar, pero virtualmente, en el mes de septiembre, razón por la cual fue aplazado dicho reconocimiento para este año. Su última actuación pública, con el acompañamiento del acordeonero y Rey Vallenato Alvarito López, fue en un Concierto virtual el pasado 25 de octubre, en donde lucía eufórico y vital, sin sospechar siquiera lo que el destino le depararía. Su temprana desaparición a consecuencia del COVID-19 truncó sus planes, en momentos en que la vida le sonreía y se lo llevó a pocos días de cumplir sus 72 años el próximo 31 de marzo.
Nacido en la Paz (Cesar), como el mismo dijo “ahí empecé yo”, para significar que en su terruño nació esa estrella que nunca dejó de brillar y que seguirá brillando porque como el lo afirmó en un reportaje periodístico “yo no soy pasado, soy presente” y lo será aún sin su presencia física porque su obra lo trasciende a él, le sobrevivirá. Como sobrevivirán no sólo sus canciones, con su timbre inimitable, sino las de su propia inspiración, Por qué eres así (1971) y Mal entendimiento (1975).
UN ANTES Y UN DESPUÉS DE JORGE OÑATE
Indudablemente, en la historia y la evolución del Vallenato hay un antes y un después de Jorge Oñate. Antes de él, en el origen primigenio del Vallenato, los pioneros, que han sido los juglares, eran a la vez compositores, ejecutores del acordeón, ellos mismos interpretaban sus canciones y no pocas veces eran también verseadores, repentistas y muy duchos en la piqueria. Eran músicos “completos”. Posteriormente, en los conjuntos vallenatos, antes llamados “pelotica”, quienes “mandaban la parada” eran los acordeoneros y eran ellos quienes escogían el vocalista que más se ajustara a su estilo. Así se inició él cuando grabó su primer disco de larga duración (LP) con el Comandante Emilio Oviedo en 1968.
Pero todo cambió con la irrupción en el escenario de las grandes ligas del Vallenato de Jorge Oñate y el “pulmón de oro” Poncho Zuleta. Así fue cómo en 1972, con ocasión del 5º Festival de la Leyenda Vallenata, por primera vez y rompiendo con las “reglas” del concurso, Jorge Oñate, en un acto inusual, subió a la tarima para acompañar como cantante y guacharaquero al acordeonero Miguel López del legendario conjunto de Los hermanos López, el segundo con el cual actuó después de su primera experiencia con “Los guatapurí”, como princiante cantante principal.
Miguel López se alzó con el título de Rey Vallenato, de la mano de Jorge Oñate, lo que le merecería la descalificación de parte del gran acordeonero Andrés Landeros, “de los de antes”, que no concebían que el acordeonero se viera desplazado por el cantante, motejándolo injustamente como “el Rey mudo”. Desde entonces la estrella rutilante de los conjuntos vallenatos son los cantantes, no los acordeoneros y mucho menos los compositores, que no pocas veces son opacados, ninguneados y condenados al ostracismo por las casas disqueras y los medios de la farándula.
EL REY MIDAS DEL VALLENATO
Es más, Jorge Oñate se convirtió en el Rey Midas del Vallenato, ya que no pocos reyes de la Leyenda Vallenata fueron aupados por él, destacándose entre ellos, además de Miguel López, Gonzalo El Cocha Molina, Raúl “El chiche” Martínez y Christian Camilo Peña. Huelga decir que llevó al acetato primero, al CD después y más recientemente a la versión digital sus grabaciones con 8 reyes y reyes de reyes del Vallenato. En su largo historial de grabaciones y presentaciones se cuentan canciones en todos los “aires” del Vallenato, desde el paseo, pasando por la puya y el son hasta el merengue.
La década de los 70, entonces, se constituyó en un punto de inflexión de la música Vallenata, gracias a Jorge Oñate y Poncho Zuleta. Jorge Oñate, incluso, fue más lejos, al grabar nuestra música vernácula ya no con un conjunto Vallenato sino con la gran orquesta de Nelson Díaz. Fue, así mismo, el primero en incursionar en el Festival de orquestas del Carnaval de Barranquilla interpretando la música de Francisco El Hombre y no sólo se ganó 9 congos de Oro, sino que se alzó con el Super Congo, privilegio este que sólo comparte con el inolvidable Joe Arroyo.
MUCHOS GALARDONES
Gracias a la interpretación de Jorge Oñate se convirtieron en hit parade, que es como se solían llamar las canciones más sonadas y soñadas de su repertorio, tales como El cantor de Fonseca de la autoría de Carlos Huertas (1973), No voy a Patillal de Armando Zabaleta (1973), Dos rosas de Fredy Molina (1974) Ausencia de Santander Durán (1977), Nido de amor de Octavio Daza (1978), Alicia adorada de Juancho Polo Valencia (1981) y Sanjuanerita de Hernando Marín (1981), entre otras, las cuales hacen parte ya de la antología del Vallenato.
A estos trofeos se vinieron a sumar otros no menos importantes, entre ellos: la Medalla Consuelo Araujonoguera por sus 40 años de vida artística en el Festival de la Leyenda Vallenata de 2017, se hizo acreedor a 25 discos de oro, 7 de platino y 6 doble platino por la venta y el Grammy Latino, así como el Premio a la Excelencia musical, que no es poca cosa.
SU LEGADO
Justo, cuando arribaba a sus 50 años de vida artística y con la ilusión de celebrar sus bodas de oro como orfebre del vallenato que fue, alcanzó a grabar con su ahijado el Gran Silvestre Dangond una canción premonitoria titulada Volví a llorar, de la autoría de Amilcar Calderón y lo digo porque estoy seguro que él alcanzó a llorar su propia muerte. Ya la había grabado 32 años atrás con el rey de reyes Alvarito López, hijo de su partner en sus inicios Miguel López. Su último trabajo discográfico lo grabó con él en 2016 bajo el sugestivo título Patrimonio universal.
Se le quedó en la fragua el Álbum con 7 canciones seleccionadas por el Maestro Jorge Oñate que, según anunció, grabaría con el concurso de varios reyes del acordeón para dejarlo como parte de su legado al Festival de la Leyenda Vallenata con ocasión de su frustrado homenaje. Al fin y al cabo, el hombre propone y Dios dispone, él, como bien se ha dicho escribe recto en renglones torcidos, lo cual torna más difícil leer sus designios inescrutables. Le queda la tarea a la Junta del Festival, encabezada por su Presidente Rodolfo Molina, de recibirlo y salvaguardarlo junto con el resto de la magnífica obra de este talentoso artista, como parte integral que es del Vallenato como Patrimonio inmaterial de la Humanidad, declarado por la UNESCO en 2015.
Barranquilla, febrero, 28 de 2021
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