El día de HOY jueves (5 de septiembre) participé en el Foro Colombia frente al Acuerdo de París (COP21). Mi disertación giró alrededor de la temática de El cambio climático y sus estragos y básicamente mi planteamiento se enfocó primero que todo en caracterizarlo.
En nuestro concepto, en rigor, de lo que se trata es de la variabilidad climática, dado lo impredecible y la dificultad de pronosticar los fenómenos extremos que le son propios. Ignorar el Cambio climático o desestimarlo, como lo hacen los negacionistas del mismo, encabezados por el Presidente Trump, además de necio es desconcertante.
Estos fenómenos extremos son cada vez más frecuentes, más intensos y con mayor duración, ya se trate de La niña (alta pluviosidad) o de El Niño (sequía). Lo mismo se predica de los huracanes, como el devastador huracán Dorian, acompañado de fuertes vientos hasta de 165 kilómetros por hora, con rumbo impredecible y lluvias torrenciales, que viene asolando el litoral Atlántico. Es importante destacar que estos fenómenos, siempre extremos no son cíclicos sino recurrentes, de allí la dificultad para preverlos.
The Global Carbon Project (76 científicos de 57 instituciones de investigación en 15 países) concluyó en su más reciente Informe que durante 2018 las emisiones de dióxido de carbono alcanzaron un récord histórico de 37.1 gigatoneladas, equivalente a un 2.7% más de CO2 de 2017, después que se habían estabilizado entre los años 2014 y 2016. 2018 registró la mayor emisión de la que se tenga registro en la historia de la humanidad. Ello tiene un efecto acumulativo, ello explica que si para el 2005 la concentración de CO2 en la atmósfera era de 381 partes por millón (PPM), diez años después, en 2015 ya había superado la barrera de las 400 PPM y, según el Panel de expertos sobre Cambio climático de las Naciones Unidas, hay una estrecha correlación entre las concentraciones de CO2 en la atmósfera y la temperatura media global.
Como lo dijo el Secretario General de las Naciones Unidas Antonio Guterrez, “nos acercamos al borde del abismo…Si no cambiamos la dirección de aquí a 2020, corremos el riesgo de cruzar el umbral en el que podemos evitar el cambio climático desbocado”. El Planeta tiene sólo 12 años para tomar medidas urgentes para evitar el desastre.
Entre los estragos del Cambio climático se cuentan: la elevación del nivel del mar, debido al derretimiento de los casquetes y glaciares, pérdida de ecosistemas y biodiversidad, alteración de los patrones climáticos, extensión de bacterias y virus desde las zonas tropicales a zonas templadas y el deterioro de los suelos. Según los estudios de la FAO, se estima que los países en desarrollo pueden experimentar un declive entre 9% y 21% de su productividad agrícola a consecuencia del cambio climático. A Colombia, considerada por la ONU como el décimo país más vulnerable al Cambio climático, este le cuesta cada año 0.5% del PIB. Es de anotar que la doble ola invernal de los años 2010 y 2011, a consecuencia del fenómeno de La Niña le significó al país pérdidas que fueron cuantificadas por el DNP del orden de los $11 billones. Y recordemos que entre 1992 y 1993 el fenómeno de El Niño con su prolongada sequía le significó soportar 14 meses de racionamiento del fluido eléctrico y acarreó pérdidas para la economía cifradas en los $20 billones
En cuanto a los glaciares en Colombia, estos están en vía de extension, siendo el de la Sierra Nevada de Santa Marta el caso más patético.
Bien dijo Charles Darwin, que “los sobrevivientes no serán ni los más inteligentes ni los más capaces, si no aquellos que sean capaces de adaptarse mejor al cambio”. De allí la importancia de la adaptación, la mitigación y la resiliencia como respuesta frente al Cambio climático y sus devastadores efectos. Y a ello apuntan tanto los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) como el Acuerdo de París (COP21), de los cuales Colombia es signataria y por ello mismo sus estipulaciones son vinculantes. Como parte del compromiso contraído, Colombia deberá reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en un 20% hacia el año 2030, equivalente a 66.5 millones de toneladas de CO2 y para ello es fundamental persistir, como Política de Estado, en la hoja de ruta de la Transición energética desde las energías de origen fósil, contaminantes, hacia las fuentes no convencionales de energías renovables (FNCER) y limpias.